Recap-Abril| El día del libro, té moruno y otras historias

Me he sentado al ordenador con toda la intención del mundo de grabar un par de vídeos que me están pidiendo a gritos ser expresados, cuando he visto mis ojos inyectados en sangre, la hora pulsante en el reloj de muñeca, la escasa luz que restaba ya del día y heme aquí, con la nuca húmeda del agua que se cuela entre mis rizos, la rodilla dolorida por su veloz contacto con el canto de la cajonera,  la música sonando y decidida por fin a reafirmarme en este encuentro íntimo que supone mantener una bitácora.

Ha sido un mes de abril extraño, no por el hecho de que estuviera pasado por agua con todos los inconvenientes que ello conlleva, más bien por el frío que aún pesa por las noches y no me acosa lo suficiente durante el día, aunque tampoco se oculta. Eso cambiará en pocos días, lo sé. Pero el simple impacto que ha tenido sobre mis plantas, mis fotos, mi perspectiva y lo que estoy produciendo, me hace pensar que es este el punto de inflexión que permite salir de ese letárgico y pesado estado de hibernación. Después de tantos meses agarrotada física y emocionalmente, me siento otra.

Mi intención era contarte algunas de mis peripecias por las tardes de Madrid entre libros y lectores, temo que deberás soportar mis desvarios antes de poder llegar al meollo de la cuestión.

Hace treinta días me sentía profundamente indignada con todo aquel que osara descartar mis argumentos, me cuidé celosamente de no esgrimirlos a diestra o siniestra a la menor oportunidad que surgiera para no tener que enzarzarse en ese infuctuoso debate. Sabía que acabaría perdiendo. Finalmente hice lo que me pedía el cuerpo en un intento de no meditar sobre mis actos hasta el punto de bloqueo. Y sentó genial.

Por otra parte, la vida es un gran representante del equilibrio, después de un proceso de calma y contemplación del arte maravillosa de la que es capaz la sirena de la que me he enamorado, de forma platónica y profesional, durante este mes.

Y ese equilibro, debo confesarte, me ha hecho rabiar todavía más.

Para cuando decidí que era un buen momento para salir a la luz, a disfrutar de la ciudad aunque aún hacen falta algunos pertrechos, encontré la oportunidad de, además, satisfacer mi curiosidad sobre un movimiento que llevo un tiempo viendo crecer, reproducirse, multiplicarse a mi alrededor. Y descubrir un libro.

Me encantó ver que, como contrapartida al triunfo de los fenómenos circenses que amenazan con abalanzarse sobre nosotros, hay iniciativas con un trasfondo más duradero y transcendental. Descubrir la corriente del afro-futurismo, para reconocer después todo lo que ignoro del mundo en el que vivo y lo pequeña que es esta parcela en el basto y amplio mundo lleno de ideas, me sirve para decirte que no te quedes aquí. Viaja mucho, viaja por mundos distintos y, sobre todo, viaja cómodo en un mundo que haga surgir en ti la necesidad de cambiarlo.

Hace muchas semanas que me asalta la necesidad de comprometerme un poco con el entorno, con la sociedad, con la comunidad con la que comparto existencia. Y no me atrevo a dar el paso, cuando este es tan sencillo y tan simple como aceptar que puedo ver donde se encuentra la perspectiva sin abandonar mi capacidad para disfrutar de mi rudimentario punto de vista, de mis encuentros con el futuro desolador de la humanidad. Mi incapacidad para transmitirte ese fervor y determinación hace que prefiera mantenerme agazapada tras el momento oportuno.

Pero un encuentro entre el té moruno, el calor de Tánger y una novela que habla de la amistad femenina me llevó al centro de una conversación que me crispó los nervios. No, el té no tranquiliza nada, mucha ira ha aplacado ya con su cálido descenso. Las barreras invisibles no desaparecen sin más y luchar contra ellas es una tarea tan ardua como demostrar su existencia. Qué apropiado me resulta ahora el motivo de nuestra reunión en un coqueto sitio de Madrid para conversar arduamente con una escritora que ha empezado con inocencia, premura y candidez a crear escenarios llenos de tanto misterio como de encanto.

Fue una tarde, calurosa, de las pocas que han acaecido durante este mes de abril en que me di cuenta de lo mucho que hablo y lo poco que hago, pero lo perdida que estoy a la hora de dar los primeros pasos y eso me lleva al inmovilismo. Sé que te parece curioso que estemos en este punto, que haya pasado de mirar al futuro a admirar el presente con temor. Pensarás que es una forma poco acertada de completar el circulo mirando al pasado. Pero así lo hice.

Cerrando círculos, como debe hacerse.

Unos días después decidí rescatar mi resquemor literario y mis esperanzas para ir a escuchar esas nuevas promesas de la cultura nacional, consciente de entre ellos se encierra el secreto del futuro. Cómodamente sentada en una acogedora sala rodeada de seres humanos conocidos por muchos otros seres humanos, intenté comprender la otra perspectiva del mundo. He de confesarte que no soy especialmente cerrada a nuevas corrientes, pero algunas veces mi escepticismo alcanza nuevas cotas que se vieron refrendadas por sus discursos.

No es tanto el discurso en sí, es el fondo. Una sociedad movida por el devastador pragmatismo que te introduce en una rueda eterna de sistemático movimiento perpetuo o muerte, ningún otro motivo te liberará del destino. No es que quieras, tampoco.

En definitiva, estaba tan enfada  unas semanas atrás por encontrar tan poco talento entre unas páginas que estaban desarrolladas de forma rápida y sin mimo, para unos consumidores, que quizá podrían estar leyendo hilos en twitter en vez de un libro. Y claro, es bastante difícil competir con las historias de las señoras que se empotraban de Domenech, todo hay que aclararlo.

Sería sencillo alegar que debemos conformarnos porque las circunstancias han llevado a los futuros escritores españoles a empezar por producir mediocridad o nefastos engendros literarios, pero eso bailaría peligrosamente entre la condescendencia y el conformismo hastiado. Vamos a dejarlo en que temo en futuro tal como se dibuja. También deberías temer.

Aún me pregunto si valió la pena salir aquella noche por Madrid y no avistar a la sirena de larga melena rizada, pero ella está más solicitada y no me siento cómoda entre las grandes aglomeraciones.

Finalmente, el día del libro pude rescatar un par de novelas que me hacen sentir que sigo encerrada en las mismas lecturas de siempre, otra que me hizo sentir mal porque podría haberla apoyado más en su momento, pero mi confianza en mí misma es directamente proporcional a la confianza que deposito en otras personas o entidades. Y otras que son apuestas ofensivas que me gustaría recordar y que fueran recordadas a menudo. Pero sí, eres el receptor de mis recuerdos caducos, antes de que termine por vaciarme de sensaciones que ya no son útiles.

Sé que aún me quedan explicar mucho, como mi presencia entre los dinosaurios y los predecesores de la humanidad ante la Canción del bisonte, o mi incesante capacidad para no decir nada mientras no dejo de forcejear con el lenguaje. O mi intento de reventar el corazón que me ayuda a vivir de vez en cuando, un grave síntoma de ingratitud, al son de Closer (The Chainsmokers) que ha sido la banda sonora de los días cada vez más lentos y pegajosos. O haber descubierto la genial pieza de arte de que es Cheap Thrills (Sia) sin poder quitarme esa imagen de la cabeza durante días. O mi repentina afición a aprovechar las horas de luz para que mi mundo no parezca despoblado. O mi repentino deseo de pertenecer, ahora, cuando llevo tanto tiempo aquí. Quizá se deba a que ahora la muerte me parece aceptable en cualquier historia cuando antes dolía, ahora me resulta merecida. Alarmante, fortuita y agradable.

Convencida quizá de que puedo encontrar belleza, ni siquiera sé si pueda repetir esta proeza llena de palabras sin repetir de nuevo todas estas ideas o poner de manifiesto para mí misma que esta es una forma más de inmovilismo al que me he condenado, vertiendo información el vacío, para que no puedas acusarme de haber guardado secretos ante las hojas ardientes del destino.

Sé que hay una canción que te ha cautivado, una imágen que te ha impactado, una historia que te ha robado, entre las muchas cosas que quieres contarme

Ersla,

 

 

Deja un comentario